Hace unos días en uno de los portales
más importantes para traductores se publicaba el resultado de una encuesta que
preguntaba a los traductores si seguían adquiriendo diccionarios en formato
papel.
Velozmente, esto provocó un gran debate en la comunidad de las traducciones. Para qué seguir usando diccionarios en formato papel, su forma de toda la vida, cuando actualmente se pueden encontrar totalmente actualizados y siempre disponibles en la red. Es más, se llegó a plantear si los traductores profesionales precisan o no dichos diccionarios. Siempre y cuando nos encontremos en dentro de nuestra zona de confort (de la que, teóricamente, no deberíamos salirnos nunca), no debería existir la necesidad de tener que consultar ningún diccionario.
Como
era de esperar, este punto de vista tan radical provocó una batería de
reacciones en cadena. No se puede pretender que los traductores seamos diccionarios
con patitas, es una falsedad en la que puede caer fácilmente las personas que
no forman parte del sector de la traducción (aunque siempre sorprende oírlo de
un compañero de profesión). Obviamente, ningún traductor profesional es infalible
al 100%, es más, creo que aprender cada día algo nuevo es una de las cosas
maravillosas que tiene la profesión de traductor, y a la vez, uno de los
alicientes de este mundillo. Es un hecho la imposibilidad de conocer todas las palabras
que se encuentran en un diccionario, y aunque nos ciñamos a nuestra área de
especialización, siempre pueden surgir cosas inesperadas.
Es
posible que estas discrepancias de opiniones respecto a cómo utilizar los
recursos sea meramente una cuestión de edad: la primera vez que me encontré
cara a cara con ordenador fue cuando llegué a la universidad, y no tuve la
suerte de ser dueña de mi propio equipo hasta ocho años después, cuando Internet
irrumpía en nuestro país. Estoy educada en un ambiente no digital en el que las
olivetti eléctricas eran lo máximo de la tecnología y, claro está, dependíamos irremediablemente
de los libros para poder estudiar. Aún me acuerdo cuando a un compañero de
trabajo de mi madre, también traductor, estaba tan absorto en el mundo de los libros que incluso
cerraba los ojos y aspiraba para captar su olor. Mi abuelo era todo un fan de
los libros también, y aunque hace ya mucho que marchó, estamos aún rodeados de sus
libros. Esta es la herencia que tengo de ellos, aunque ahora por cuestiones
laborales paso menos oras leyendo libros de lo que desearía.
Por tanto, no es ninguna novedad que no coincida plenamente con las nuevas generaciones de traductores en lo respectivo a todos los recursos que utilizamos, ya que me agradan muchísimo los diccionarios en formato papel. Todavía cuento con unos cuantos que sigo utilizando, cierto que algunos muy de vez en cuando, pero me consuela creer que siempre estarán ahí para cuando los necesite.
Pero
naturalmente, comprendo a las generaciones 2.0 perfectamente. Ellos no tienen
esa nostalgia de la os hablaba antes. Reconozco que las nuevas herramientas
online, en muchas ocasiones, son mucho más rápidas y contemplan términos muy
nuevos ya que están actualizados constantemente.
Aunque
dispongo los 3 diccionarios de español-inglés/inglés-español imprescindibles
(para todo traductor que trabaje este par de idiomas) sobre mi mesa de trabajo
para poder acceder a ellos en todo momento. Es cierto que para algunos
proyectos ni los abro, pero en cambio en otros paro de consultar sus páginas averiguando
el término más correcto según el contexto.
La
característica que más me agrada de algunos de mis diccionarios (preferiblemente
los monolingües) es la gran facilidad con la que se puede ir de un término a
otro, observar una imagen y, de repente, lo ves todo claro. Otro motivo, si realimente
son buenos, es el que se han examinado diversas veces y por supuesto resultan
fiables mientras que bastante de la información que podemos encontrar en la red
no es del todo correcta en el mejor de los casos. Linguee, es un recurso muy
acertado ya que además nos indica como no se debería escribir el término.
También
es cierto que los diccionarios en formato papel pueden ser caros (por no decir
muy caros) y existen muchas posibilidades de terminar adquiriendo uno de poca
utilidad. Este es uno de los motivos, entre otros, por lo que hace unos años,
el protal de traductores Proz creo un tablón de diccionarios y de referencias
en el que se tiene la posibilidad de introducir libros y valorarlos. Muchos
llevábamos tiempo solicitando algo parecido.
Claro
está, que en el momento de indagar el mejor término o la ubicación perfecta debemos
recurrir a una extensa variedad de herramientas y recursos, que cambian de
traductor a traductor dependiendo del par de idiomas que utilice, del campo o
área, el contexto, etc. En este caso no hay una regla única: en mi opinión los
diccionarios en formato papel aún siguen muy vivos.
Yo soy de los que sigo utilizando diccionarios en formato papel. Cierto es que por mi edad soy un poco de la "vieja escuela" y cierto es también que algunos hace semanas que no los abro, ya que debo reconocer que en ocasiones las herramientas online son bastante buenas y más rápidas de utilizar. Pero eso no quita a dar una ojeada a nuestros amigos impresos de vez en cuando :)
ResponderEliminarMuchas gracias por el artículo, está muy bien.
Félix, utilizas el equilibrio perfecto, je, je. Siempre recurrimos a ellos como último recurso, pero los utilizamos.
EliminarGracias por pasarte por aquí.